miércoles, 20 de febrero de 2008

Intercambiadores o cómo el marketing oculta la verdadera trampa alienadora

Una vez más las elecciones -esta vez generales- son ocasión para retorcidos cálculos pensados por quienes consideran a los ciudadanos unos maleables sujetos de primitiva pulsión (cómo no asociarlo con la estampa del colonizador que enseña al nativo la magia de un espejito para obtener tras la admiración su propia esclavitud). Su consecuencia es la tortura de sobreanunciación de inauguraciones en pantallas de Grandes Hermanos varios, ya sea en andenes del metro o en la muy casera pantalla con la voz del Amo expedida por el tubo catódico* -puntualmente embuchado por las ondas de TeleMadrid-. Esas inauguraciones lo son por 2ª, 3ª e incluso 4ª vez consecutiva (no es broma, no sé qué hospital se inauguró antes de las elecciones autonómicas/municipales con incubadoras-señuelo, y ahora sin y con Príncipe respectivamente, eso sí con la presidenta blandiendo amenazadores blasones todas las veces).
Como adiosgracias no debo utilizar –¡por ahora!- los servicios en cola de espera hospitalarios y hablaría sin conocimiento de causa directo, sí puedo sin embargo hablar de los intercambiadores pasados, presentes y futuros. Mi teoría (entiéndase como la modesta opinión del firmante de esta entrada) es la siguiente:

Un intercambiador es un subterráneo en donde enterrar el transporte público para dejar sitio en superficie al privado, ocultando así a los usuarios de éste último la molesta presencia de los pringados usuarios de aquél a la par que despejarles el asfalto de su aparatosa presencia… El marketing vende este producto pensando en los detentadores de motor individual propio consolándoles en su diaria infracción medioambiental con la venta de una supuesta ventaja en el vía crucis diario al ninguneando proletariado del vehículo público.


Algún eco de “deficiencias de señalización”, diseño polémico de ubicación y organización de paradas, etc me ha llegado de la puesta en servicio del de Moncloa –que sirvió con ocasión de su ahora 2ª inauguración parcial para un episodio más de la programada distracción perpetrada con el tomatoso asunto Espe-Gallardón-. No he usado mas que circunstancialmente ese intercambiador antes de la ampliación, y sé sus recorridos en zigzag para localizar acceso a otras líneas y a las paradas de bus –algunas fuera, para alivio propio, como la que lleva(ba) al CNSO de Aravaca- pero sé aún más al detalle lo que el de Avda. América me ha supuesto y lo que va a representar el de Plaza de Castilla si como me temo su filosofía es idéntica: Condenarnos a la inmunda subterraneidad a los esclavos del transporte público. Bajo el señuelo de aproximar e interconectar los flujos de tren y bus entre sí, se nos obliga a soportar insanas concentraciones en alvéolos enterrados -que mal mantenidos una vez acabada la obra, los convierte en viejos-, establecimientos de franquicia cutres, polvo, ruido y …contaminación (ésta apenas resuelta por cuatro ventiladores).

Lavabos y placa de inauguración del intercambiador de Plza. de Castilla

Hurtándonos el cielo de las plazas o avenidas que albergaban las paradas para dárselos a los vehículos particulares, se nos vende la moto de que nos agilizan el transbordo…¿Lo consigue el ubicar la parada en una raquítica dársena desconocida de una planta indeterminada a la que llegar en aparatosa fila india por escaleras infradimensionadas? Los mayores que gustamos del bus por el ahorro de escaleras y pasillos, la visión del paisaje urbano y la captura de emisoras de radio, nos las tenemos que ver de nuevo con la multitud y el estrés de esa infraciudad a lo Metrópolis cada vez más parecida a la ideada por Fritz Lang.

(*) Esta metáfora puede haber quedado antigua debido a las pantallas planas ;-)

2 comentarios:

Fernando FS dijo...

Por el tono de la Entrada, podría parecer que no estoy de acuerdo conque se conciban macroestaciones (¡con buena señalización interna y buena organización de los flujos de E/S y correspondencia!) para intercambio de medios de transporte, pero el que va a discurrir por tierra (buses) debiera siempre aprovechar para su estacionamiento la superficie, y a ser posible enmarcado en edificios emblemáticos de gran pero amable impacto visual: Se me ocurre poner como ejemplo la adaptación hecha de la estación de tren Príncipe Pío [aunque en ésta se ha preferido llenar de multitud de restaurantes y tiendas zonas que podrían haber servido para ubicar dársenas de arranque de líneas de autobuses -aunque desconozco los circuitos o si son necesarias o no en esa zona]

Fernando FS dijo...

He tenido que conocer el flamante Intercambiador de Plaza de Castilla para esperar a alguien que venía de Buitrago: Las pantallas anuncian las salidas y andén por el que lo hacen, pero no las llegadas...(será que no las aseguran). Tengo que decir que se ha dado un paso más en la habitabilidad de esos "alvéolos" para dársenas: Se separa físicamente (con pared y puerta por medio) la espera al autobús y el lugar en el que se ubica éste, con lo que la exposición a humos y ruido es mucho menor. Pero también tengo que afirmar que son espacios muy pequeños, con gran empellón de personas molestándose unas a otras (por supuesto sin lugar donde sentarse una 3ª persona). Por lo demás muy iluminado y nuevecito, aunque calculo que sin superficie suficiente para meter ahí todas las líneas que pretenden: De hecho si uno toma algún autobús de los que vienen del norte (Alcobendas, Fuencarral, etc -de hecho lo he comprobado al regresar de una compra en Saturn al lado del Hospital del Norte), siguen haciéndote bajar en superficie a unos 200 m. de la parada del metro, imagino que hasta que desmonten toda la cutre estructura de plafones que servía de "cobertura" a las antiguas paradas. Continuará